Book
Minigolf deportivo, Primavera 2021
Modos Alternativos de viaje
Este libro está dedicado a Enrique, mi abuelo.
Su partida coincidió con un momento de cambios y desplazamientos en mi vida. No pude acompañarlo en los rituales de despedida ni estar físicamente con mi familia, lo que dejó mi duelo suspendido en un lugar incierto entre México y Chile, en mitad de América.
Meses después, la pandemia me llevó de regreso a Chile, a vivir sola en su casa.
Al llegar, me indicaron que en la bodega solo quedaban cosas mías. Tardé tres meses en bajar: intuía que encontraría las últimas huellas de mi abuelo y no me sentía lista. Cuando finalmente lo hice, hallé cajas y cajas de libros que él me dejó, y otras tantas llenas de cuadernos míos, escritos durante diez años de viaje. Ni siquiera recordaba haberlos guardado ahí.
Los subí todos y comencé a leerme a mí misma. Eran cuadernos escritos en múltiples direcciones: reflexiones viajeras mezcladas con citas de poesía, literatura, cine, arte; todo entretejido. Sin otra urgencia más que el confinamiento, empecé a ordenarlo y descubrí que mis preocupaciones principales giraban en torno al territorio, el cuerpo y el lenguaje.
Me cuestionaba por qué nunca sentí arraigo en un lugar, ni en el país donde nací ni en los que viví. Reflexionaba sobre los desplazamientos humanos, las fronteras inventadas y la apropiación del territorio. Me preguntaba hasta qué punto somos conscientes de habitar un cuerpo, y del poder o vulnerabilidad que implica según su género, color o contexto cultural. Me intrigaba cómo nos comunicamos, cómo el lenguaje modela la realidad y cómo cada idioma —verbal, musical, pictórico, científico— abre universos enteros.
Estas reflexiones aparecían entrelazadas con otros textos, imágenes y obras que resonaban con lo que sentía. Mi voz necesitaba dialogar con otras voces, previas a mí. Así, el libro reúne citas de poesía, imágenes, pintura, fotografía y cine, no como referencias eruditas, sino como vínculos afectivos.
La gestación de este libro no fue lineal, sino un tejido de encuentros y resonancias. Al ponerlo todo sobre el suelo, comprendí que el relato ya estaba ahí: solo había que darle forma.
Puede parecer un libro íntimo —y lo es—, pero no de manera explícita. Son reflexiones nacidas de experiencias personales que, al leerse, se sienten como preocupaciones universales. Es una intimidad oculta: solo yo o quienes compartieron esos momentos sabemos a qué se refiere cada fragmento.
Después de ocho meses encajando piezas, y de muchas correcciones compartidas con amigos, nació este libro. Al terminarlo, sentí que también cerraba un ciclo: entendí que, incluso mi abuelo ya no estando físicamente, me dio un espacio descansar el cuerpo, para crear y para sanar.